¿Por qué hago jabones?

Nunca pensé que me iba a dedicar hacer jabones en mi vida, de hecho nunca estuvo en esos sueños de niño de “cuando sea grande”.

Sabes, cuando la vida te va dando señales y empiezas atar cabos, es como que se unieron todos los astros, la carta natal y el mensaje del más allá de los antepasados.

Todo empezó en el año 2015 en un viaje de vacaciones que hice a una de las reservas naturales más importantes del mundo, la Gran Sabana, un lugar mágico que está ubicado al sur de Venezuela. 

Ahí conocí a la etnia indígena Pemón, preocupados por cuidar sus ríos y cascadas, alentaban a cada turista a usar jabones los más naturales posible. 

Esto capto mi atención, estuve pensando en ello durante todo el viaje, me parecía increíble como esta etnia protegía de forma feroz su espacio. 

Gran Sabana, Venezuela

De regreso a mi ciudad de residencia, Caracas, enfrentábamos una de las peores crisis de desabastecimiento de productos esenciales y de higiene personal. 

Mi mamá cansada de buscar lo necesario me dijo “mija usted que estudio química porque no haces jabones”, mi cabeza hizo como la explosión del popular meme.

Inmediatamente, me puse manos a la obra, casualmente había visto en Facebook una comunidad en Perú que se dedicaban hacer jabones con el aceite usado de cocina, investigue la formulación y prepare los primeros jabones con el aceite usado que había recolectado de mi cocina, unos moldes de silicona que tenía mi mamá para hacer bombones y busque la soda cáustica por internet. 

Estos fueron mis primeros jabones, me quedaron un poco blandos al principio, pero sí que echaban espuma y dejaban la piel suave. 

Primero Jabones de Tienda Kapuy

Poco a poco, prueba tras prueba fui perfeccionando la formula, en un par de meses ya había logrado la fórmula que hoy se usa en Tienda Kapuy.

En el proceso se me ocurrió que podía convertirlo en mi negocio, así que empecé hacer más cantidades con moldes de tetra pack, al principio no contaba con capital, así que trabaje con lo que tenía.

Luego pensé que necesitaría un nombre de marca y empaque, como venía con la idea desde la Gran Sabana, se me ocurrió colocarle un nombre que fuera del lenguaje Pemón.

¡Siempre me ha gustado la Luna, así que busque como se escribía luna en Pemón y era Kapuy, fue amor a primera vista!.   

Le conté sobre el proyecto en aquel momento, el que era a mi vecino Fernando, él es diseñador gráfico y me dijo que me podía ayudar con el logo y el empaque.

Ingenua y como quien no quiere la cosa, comencé a ofrecerlos en tiendas naturistas, acompañada de mi papá. 

La primera tienda que visitamos era una floristería y tenía una sección de productos naturales, pedí hablar con la dueña, en ese momento no se encontraba así que le monte cacería por varios días hasta que di con ella.

Fue muy atenta y amable, le dejé unas muestras de jabones y mi número por si le gustaban.

A la semana me llamo para pedirme 5 docenas de jabones, me sentí tan feliz, empece hacer mi primer encargo con sus etiquetas.

Así fui visitando tienda tras tienda por 3 años, hasta formar una cartera de clientes.

En ese tiempo me enteré por mi abuela paterna, que su papá, es decir, mi bisabuelo, hacía jabones.

Casualmente hablando con mi abuelo materno me dijo que su papá también hacía jabones, su negocio se llamaba Jabonería La Perla, hacía jabones de tocador para hoteles, quede en ¡shock!

Ambos linajes por parte de mamá y papá se dedicaban hacer jabones, sentí conexión de inmediato y entendí esas extrañas ganas de hacer jabones.

Tienda Kapuy se convirtió en un negocio familiar entre mis padres, hermanos y cuñada. Luego conocí a un crack en programación, hoy en día mi amado novio, al cual le doy las gracias por darle presencia digital al proyecto y por ayudarme día a día. 

Ya estamos a 2022, 7 años desde que comenzó toda esta aventura y a pesar de los altibajos, lucho porque la llama se mantenga viva. No tengo la certeza de que sucederá en los próximos años, pero seguro seguirán llenos de burbujas.   

Espero que esta historia te motive y te haga perseguir lo que te gusta, vale la pena transitar por la escuela del emprendimiento. 

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